DIA 31
El Espiritu Santo glorificará a Jesucristo
El Espiritu Santo glorificará a Jesucristo
COMO DIJE ANTERIORMENTE el evangelio es central a todo lo que creemos. Lo principal es mantener lo principal como lo principal; a saber: que todos los que creen en el Hijo tienen vida eterna; el resto perece (lo cual significa que se van al infierno). Cuando Jesús continúo explicando el papel del “que viene a nuestro lado”, mostró que el enfoque principal del Espíritu es la segunda persona de la Trinidad: Jesucristo.
“Él me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes” (Juan 16:14). Una de las características interesantes de la Trinidad es que las personas de la Deidad amontonan alabanza uno para el otro. Como dije, no hay celos o rivalidad en la Deidad. Esto es difícil para que alguien lo comprenda. Al Padre no le importa si ora a Jesús o al Espíritu Santo. El Padre honra al Espíritu y al Hijo. El Hijo honra al Padre y al Espíritu. El Espíritu glorifica a Cristo y habla solamente lo que escucha del Padre.
Glorificar a Cristo es honrarlo por:
1. Quien es Él.
2. Lo que dijo.
3. Lo que hizo por nosotros.
4. Lo que sigue haciendo por nosotros.
5. Lo que va a hacer.
Es darle a Jesús ahora el honor que recibirá abiertamente en el Día Postrero; cuando toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9-11). Uno no puede alabar demasiado a Jesús. Es imposible amontonar demasiada alabanza en el Señor Jesucristo. El Espíritu Santo nos dirige a alabar al Señor Jesús como se lo merece, aunque todos deseamos poder hacerlo mejor. Esta es la razón por la que Carlos Wesley escribió: “Oh, que tuviera mil lenguas para cantar las alabanzas de mi Redentor”.
Jesús dijo que el Espíritu Santo tomaría “de lo mío”. ¿Qué es suyo y que es dado a conocer a nosotros? Respuesta: (1) Su obra como Redentor, y (2) la gloria y alabanza que Jesucristo merece; lo que le pertenece. Jesús es el enfoque. Él es el que había de ser glorificado; y quien fue glorificado. Jesús oró: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti [ . . . ] glorifícame en tu presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera” (Juan 17:1, 5). La gloria de Cristo es el enfoque. El es nuestro Redentor. Él es el Dios-hombre. No es el Espíritu quien debe ser el enfoque cuando se trata de alabar, dar honor y gloria. Quizá se pregunte: “¿Qué no el Espíritu Santo es Dios?”. Sí. Pero no es el Espíritu Santo el que residió en el interior de un cuerpo humano sin medida. No fue el Espíritu Santo quien cumplió la Ley. No fue el Espíritu Santo quien vivió sin pecado en un cuerpo humano. No fue el Espíritu Santo quien murió, fue resucitado de los muertos y quien ascendió a la diestra de Dios. No es el Espíritu Santo al que toda rodilla se doblará un día. Así que cuando Jesús dijo que el Espíritu Santo tomaría “de lo mío”, estaba declarando que el enfoque estaría en el Redentor y Salvador del mundo, quien sería glorificado y dado a conocer a nosotros.
“Él testificará acerca de mí”, dijo Jesús también (Juan 15:26). Jesús prometió hacerse tan real a los discípulos en el Espíritu como lo había sido en la carne. “Dentro de poco [en unos pocos días a partir de entonces, de hecho] ya no me verán [cuando ascendió al cielo]”. Pero Jesús añadió: “Pero un poco después [el Día de Pentecostés] volverán a verme” (Juan 16:16). ¿Cómo vieron a Jesús? Por el Espíritu Santo. Por eso es que Pedro en su sermón ese día citó a David: “Veía yo al Señor siempre delante de mí” (Hechos 2:25; Salmos 16:8). Los discípulos vieron al Señor—en una visión que fue absolutamente real—como si estuviera presente físicamente con ellos. Cuando el Espíritu Santo testificaba de Jesús, hacía a Jesús absolutamente real para ellos. Esto se repitió en Hechos 4:33, cuando “abundante gracia (RVR 1960)” los capacitó para testificar de la resurrección de Jesús. En otras palabras, el Espíritu Santo hizo la resurrección de Jesús absolutamente real para ellos, como si hubiera sucedido delante de sus propios ojos. Esto es lo que Pedro quería decir cuando dijo: “Nosotros somos testigos de estos acontecimientos, y también lo es el Espíritu Santo” Hechos 5:32, énfasis añadido).
El Espíritu Santo glorificando a Jesús significa que el Espíritu testifica que Jesús es el Dios-hombre (Juan 1:14). Él también testifica del hecho de que un día todos los hombres y mujeres que alguna vez vivieron—los justos y los impíos, los ricos y los pobres, los reyes y la gente ordinaria—se arrodillarán y proclamarán que Jesucristo es el Señor—Dios—para gloria de Dios el Padre (Filipenses 2:10-11). No porque quieran, sino porque tendrán que. Toda la gente hará esto un día. ¡Usted y yo lo hacemos ahora!