oracione para  tu alma evangelio mayo 5

Primera lectura


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 8, 26-40


Un ángel del Señor se presentó a Felipe y le dijo: «Dirígete hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza; no pasa nadie en estos momentos.» Felipe se levantó y se puso en camino. Y justamente pasó un etíope, un eunuco de Candaces, reina de Etiopía, un alto funcionario al que la reina encargaba la administración de su tesoro. Había ido a Jerusalén a rendir culto a Dios y ahora regresaba, sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías.

El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate a ese carro y quédate pegado a su lado.» Y mientras Felipe corría, le oía leer al profeta Isaías. Le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?» El etíope contestó: «¿Cómo lo voy a entender si no tengo quien me lo explique?» En seguida invitó a Felipe a que subiera y se sentara a su lado.

El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: Fue llevado como oveja al matadero, como cordero mudo ante el que lo trasquila, no abrió su boca. Fue humillado y privado de sus derechos. ¿Quién podrá hablar de su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra.

El etíope preguntó a Felipe: «Dime, por favor, ¿a quién se refiere el profeta? ¿A sí mismo o a otro?» Felipe empezó entonces a hablar y a anunciarle a Jesús, partiendo de este texto de la Escritura.

Siguiendo el camino llegaron a un lugar donde había agua. El etíope dijo: «Aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?» ( Felipe respondió: «Puedes ser bautizado si crees con todo tu corazón.» El etíope replicó: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.»)

Entonces hizo parar su carro. Bajaron ambos al agua y Felipe bautizó al eunuco Apenas salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el etíope no volvió a verlo. Prosiguió, pues, su camino con el corazón lleno de gozo.

En cuanto a Felipe, se encontró en Azoto y salió a evangelizar uno tras otro todos los pueblos hasta llegar a Cesarea.


Palabra de Dios



Salmo


Sal 65, 8-9. 16-17. 20

R/. Aclamad al Señor, tierra entera



Bendigan, pueblos, a nuestro Dios, que se escuchen sus voces, que lo alaban, porque él nos ha devuelto a la vida y no dejó que tropezaran nuestros pies. R/.


Vengan a oírme los que temen a Dios, les contaré lo que hizo por mí. Mi boca le gritaba alabanzas pues estaban debajo de mi lengua. R/.


¡Bendito sea Dios, que no desvió mi súplica ni apartó de mi su amor! R/.



Evangelio


Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 44-51


Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: Serán todos enseñados por Dios, y es así como viene a mí toda persona que ha escucha do al Padre y ha recibido su enseñanza. Pues por supuesto que nadie ha visto al Padre: sólo Aquel que ha venido de Dios ha visto al Padre.

En verdad les digo: El que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de vida. Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron: aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo coman y ya no mueran.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.»


Palabra del Señor


Yo soy el pan de la vida

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REFLEXION


El Evangelio de hoy nos muestra la generosa abundacia que él tiene que se ofrece para la vida del mundo, apunta a él mismo, que revela cuánto amó Dios al mundo al entregarlo para que el mundo se salve por él.

Es necesario comprender que los signos del pasado de Israel, encuentran su plena realidad en Jesús mismo. Por eso dice: “Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.” El és el último signo ofrecido por el Padre. Todos los demás apuntaban a él, y en él todo está cumplido. Por eso al gentío que le sigue, le ofrece alimentarse de su misma vida, mediante su cuerpo entregado y su sangre derramada. Es su amor sin límites el que sostiene al que le recibe y lo convierte, en comunión con él y con todos, en signo sacramental de un amor más grande.

Termina el pasaje con la extaordinaria afirmación: “Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.” Es esta carne concreta, asumida en la encarnación, en la que se puede palpar todo el amor de Dios, que entregándose permite al ser humano llegar a experimentar, vitalmente, hasta qué punto está siendo amado en Jesucristo.

Pensemos qué resonancia tiene en nuestra vida lo que él dice: “Todo el que cree tiene vida eterna.”

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