DIA 25
El Espiritu Santo puede ser Agraviado
El Espiritu Santo puede ser Agraviado
UNA DE LAS enseñanzas más descuidadas actualmente es la herencia cristiana. Cada creyente es llamado a venir a su herencia. Algunos lo hacen; otros (tristemente) no. La palabra herencia puede ser utilizada de manera intercambiable con “recompensa” (1 Corintios 3:14), “premio” (1 Corintios 9:24), o “corona” (2 Timoteo 4:8). Los que han venido a su herencia aquí en la Tierra recibirán una recompensa en el tribunal de Cristo (2 Corintios 5:10). Los que disipen su herencia serán salvos, pero como quien pasa por el fuego sin recompensa (1 Corintios 3:15). La recompensa era de gran importancia para Pablo. Dijo que dominaba su cuerpo no fuera que después de haber predicado a otros él mismo quedara descalificado (1 Corintios 9:27).
Usted puede entrar en su herencia al obedecer cuidadosamente la Palabra de Dios; caminar en la luz, resistir a la tentación, perdonar a sus enemigos y honrar a Dios en pensamiento, palabra y obra. Puede ser resumido de esta manera: descubra lo que agravia al Espíritu Santo y no lo haga. La enseñanza más importante que descubrí en mis veinticinco años en la Capilla de Westminster fue la importancia de no agraviar al Espíritu Santo. Su herencia acá abajo—ver cumplida la voluntad de Dios en su vida y terminar bien—es asegurada según el grado en que el Espíritu Santo no sea agraviado. “No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). Usted recordará por un segmento anterior en este libro que el Espíritu Santo es una persona. Puede ser agraviado. La palabra griega lupeo puede significar: “ser ofendido”. ¿Qué ofende al Espíritu Santo? Principalmente la amargura. Lo siguiente que Pablo dice es: “Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:31-32).
He escrito todo un libro sobre este tema, llamado The Sensitivity of the Spirit [La sensibilidad del Espíritu]. No sensibilidad al Espíritu, aun con lo importante que eso es; este libro trata de lo sensible que es la persona del Espíritu Santo mismo. Quería titular mi libro La hipersensibilidad del Espíritu, pero mi editor me convenció de que no lo hiciera, sabiendo que la gente no tendría idea de lo que esto significa. Cuando nos referimos a una persona que es demasiado sensible, no es un cumplido. ¡Pero nos guste o no, así es como es el Espíritu Santo! Es importante que usted capte esto: lo fácil que es agraviarlo, ofenderlo.
Usted quizá diga: “No debería ser así”. Todo lo que sé es que así es Él, ¡y es el único Espíritu Santo que tenemos! Cuando piensa en esto—enojarse, perder los estribos, gritar cuando se frustra, hablar de manera impaciente o poco amable a una persona, guardar rencor o señalar con el dedo—¡estas cosas agravian al Espíritu Santo! ¡El problema es que a muchas personas estas cosas no parecen molestarlas! Deberían. Si somos conscientes de la sensibilidad del Espíritu Santo, desarrollaremos una aguda sensibilidad a Él y podremos (en una medida cada vez mayor) escuchar su voz. Antes de llegar a ser rey, David necesitaba aprender esto. Cuando tuvo la oportunidad de vengarse del rey Saúl, quien quería matarlo, David sabiamente rechazó la oportunidad. Pero hizo algo que pensó era inofensivo; a saber: cortó un pedazo del manto del rey. Después le “remordió la conciencia” por lo que había hecho (1 Samuel 24:5). Jamás repitió ese pecado.
Esto es lo que quiero decir con mi comentario anterior de encontrar lo que agravia al Espíritu Santo y no hacerlo. En cualquier caso, debemos aprender a reducir el tiempo de espera entre el pecado y el arrepentimiento. Si desarrollamos una aguda sensibilidad a los caminos del Espíritu Santo, podremos ser capaces de sentir cuando lo agraviamos. Cuando siento lo que agravia exactamente al Espíritu, no soy capaz de repetirlo. Como dije anteriormente, la principal manera de agraviarlo es a través de la amargura y la falta de perdón. Evitar la amargura, guardar resentimiento y perder los estribos viene por vivir en amor: “no guarda rencor” (1 Corintios 13:5). En 1974 mi familia y yo visitamos a Corrie ten Boom (1892-1983) en Holanda. Le pregunté: “¿Es verdad que usted es carismática?”. Sin decir sí o no, sin decir otra cosa respondió: “Primera de Corintios 12 y 1 de Corintios 14. Pero no olvide 1 Corintios 13”. Era una manera astuta de decir que necesitamos ambos, los dones y el fruto del Espíritu Santo.
Cuando se trata de agraviar al Espíritu Santo, lo siento mucho, pero el no va a flexionar las reglas por cualquiera de nosotros. No importa lo alto que sea su perfil, lo preparado que este, cuánto ore y lea su Biblia o el tiempo que tenga de ser cristiano. Si usted o yo, guardamos rencor, respondemos agresivamente a nuestro cónyuge, señalamos con el dedo o hablamos mal de alguna persona (aunque sea la verdad), la Paloma—el Espíritu Santo—se agraviará. Las buenas noticias es que no perdemos nuestra salvación cuando agraviamos al Espíritu. ¿Por qué? Porque fuimos sellados para el día de la redención (Efesios 4:30). La mala noticia es que nuestra unción disminuye; esto es, la sensación de su presencia. No podemos pensar con tanta claridad, la lectura de la Biblia se vuelve aburrida, la iluminación de la Escritura es restringida y nos volvemos irritables. ¡No vale la pena agraviar al Espíritu Santo! ¿Hay alguna persona a la que no haya perdonado? ¿Está guardando rencor contra una persona que lo haya lastimado, haya mentido acerca de usted o que haya sido injusta con usted? ¡Perdónelos! Hágalo ahora. Quizá pregunte: “¿Cómo puedo saber que los he perdonado totalmente?”. Primero, no le diga a nadie lo que le hicieron. Segundo, no los deje tener miedo de usted. Tercero, ayúdelos a perdonarse a sí mismos. Cuarto, permítales salvar la dignidad (en lugar de embarrárselos en la cara). Quinto, no revele su secreto más vergonzoso.
Sexto, hágalo ahora, de nuevo mañana y diez años a partir de ahora. El perdón total es un compromiso de por vida. Finalmente, ore por ellos, pidiéndole a Dios sinceramente que los bendiga. Haga estas cosas, y el Espíritu Santo no agraviado descenderá sobre usted y le dará paz, gozo y una mente clara. Lo mejor de todo es que entrará en su herencia.